La verdadera familia

Más allá del clásico «honrarás a tu padre y a tu madre», realmente nunca se me inculcó la supuesta importancia que tiene la familia. No conozco a mi familia paterna —porque mi padre se lleva mal con ellos— y, aunque he convivido bastante más con mi familia materna, no soy tan cercana con ellos. Incluso se me llegó a decir que ellos son mis parientes más que mi familia.

Lo cierto es que la parte de la familia que conozco es muy disfuncional y desastroza, con tíos provocando accidentes de tráfico por un capricho, con mi abuelo (Q.E.P.D) que, con todo el afán de molestar, se cagaba en todos lados menos en el retrete, con pleitos entre ellos y mi padre, y con un puñado de cosas más que hacen que cada vez menos quiera ir a visitarlos. Dada la poca cercanía, prácticamente nunca les platico de mis cosas, y confío bastante poco en ellos, aunque no me caen mal ni soy grosera o desconsiderada, porque ellos tampoco lo son conmigo.

En mi núcleo familiar la situación es más simple y, al mismo tiempo, peor. Además de la pésima reacción de mi padre luego de que saliera del clóset con él, la educación que me dio cuando yo era niña no fue la mejor. Esta entrada no es para acusarlo públicamente, pero sí diré que toda mi niñez y adolescencia se empeñó en el abuso verbal hacia mi mamá y hacia mí, además de otras cosas más privadas que, aunque no lo vuelven el peor papá del mundo, tampoco lo vuelven notable, más allá de que nunca me faltó la comida, el techo, la vestimenta ni la educación, cosa que le reconozco y agradezco.

Mi mamá fue una madre ausente durante mi niñez, y las pocas veces que estuvo conmigo me hacía más daño que bien. Un ejemplo es que, cuando yo tenía alrededor de diez u once años, me sacó del clóset; me hizo decirle que era trans (que para entonces yo ya conocía el término), y su reacción fue decirme que no creía que yo lo fuera porque «nunca mostré signos», y que eso «es antinatural». De nuevo, esto no es una denuncia pública. Cuando iba en preparatoria comenzamos a acercarnos y a hablar de todo lo que estaba mal entre ambas, y esta vez me escuchó, yo la escuché, y con el tiempo nos reconciliamos. Diría con total certeza que ella es la única miembro de la familia con la que me llevo bien, y a la que realmente quiero.

Esto naturalmente provocó que yo siempre confiara más en mis amigos, cosa que también solía ser contraproducente, dado que la mayoría de mis amistades eran tóxicas, como ya expliqué en mi entrada sobre la autoestima. Sin embargo, este año por fin me alejé de esas pseudoamistades y, gracias al Fediverso, al Club de Software Libre y al resto de cosas a las que me he estado dedicando los últimos meses, he conocido gente totalmente distinta, que se han vuelto amigos mucho más auténticos que los otros, y que poco a poco se están convirtiendo en mi familia.

Y entonces llegamos al discurso de «la familia no es la de sangre, es la que tú construyes», con el que cada vez estoy más de acuerdo. La familia de sangre para mí no significa nada. Por el contrario, mi verdadera familia son las personas con las que puedo tener la confianza de contarles mis alegrías y mis pesares sin miedo a ser juzgada, con las que comparto risas y alegrías, así como tristezas y penas, con las que intercambio consejos buscando nuestro bienestar, quienes me donan y a quienes dono de corazón, y con quienes puedo dar y recibir apoyo para salir adelante juntos. Si avanzo te jalo, para que avancemos juntos; si me atoro, dame un empujón para avanzar, me dijo hace no mucho un gran amigo y hermano.

Entonces me llevo la enseñanza de que es posible crear una familia con personas que verdaderamente aportan cosas positivas en la vida propia y que, como dice a veces mi padre, «son capaces de dar al bote por ti». Agradezco enormemente a todas las personas que de un modo u otro me han apoyado e impulsado para seguir adelante en mi difusión del Software Libre, en mi vida personal, y en mis alegrías y preocupaciones. Tómense esta entrada como mi muestra de gratitud y de aprecio, incluso para ti lector, que ¡tan solo con leer esto ya me estás ayudando un montón!

De este modo, nunca más diré que no tengo familia porque, afortunadamente, me he rodeado de personas que me quieren y a quienes quiero, y que, sin ellos, no estaría en donde estoy, ni sería capaz de ir más allá. ¡Gracias!


Escrito por una humana, NO por IA. Con licencia CC BY.